martes, 12 de abril de 2011

En los tiempos de Penélope no existia reloj

Como Penélope pasaba mis días,
Tejía y destejía cada momento que en mi vida acaecía
Sin darme cuenta que en ese incesante deseo de alargar el tiempo
Tejiendo y destejiendo todo,
lo que estaba haciendo era bordar una tela de araña
que con sus hilos irían comprimiendo
un corazón que por momentos ya no latía.

Sus hilos se fueron deslizando hasta formar una enredadera
De tal espesura que ya no podían trepar por ella sus sentimientos.
Buscaba la forma de salir de tal enredo,
Pero no encontraba la salida, pues los hilos de esa tela
Habían bordado una venda que ocultaban su mirada
Su alegría y sus esperanzas.

Pero la lluvia llegó, con ella la tormenta en su casa se presentó,
En forma de rayos que dieron luz a su corazón
Rompiendo todo lo que en su pasado había tejido causándole dolor.
Con cada rayo en su interior se podía escuchar
Como se iba derrumbando cada una de las ilusiones que ella un día tejió,
Cada rayo era un grito de dolor, pero también una puerta abierta para su salvación.

Entonces se dio cuenta que no quería seguir los pasos de Penélope,
Que ya no quería seguir tejiendo y destejiendo para que pasase el tiempo,
Que su vida tenía un sentido y no iba a dejar pasar más momentos
Porque esa forma de vivir era vivir muriendo en una agonía que no tendría fin.

Lanzó un grito al viento y le pidió al universo,
Que la dejase ser mariposa para escapar de las redes del amor,
que la dejase ser como una rosa para que las espinas de esta flor
La defendiesen de las palabras de un farsante trovador.
Que la convirtiese en adivina para antes de que el amor llegase a su corazón,
presentir si quien se acercaba en nombre de Eros sólo traía mentiras y dolor
que causarían heridas incurables por tanta traición.

Y el universo de ella se apiadó y en una rosa blanca la convirtió,
En su tallo crecieron espinas que eran sus defensas ante cualquier usurpador,
E hizo que le crecieran fuertes raíces en su corazón
para que la pureza y la verdad fuera su mayor don.

Entonces una mañana al mirarse al espejo
y ver que se había convertido en una flor,
De su faz broto una sonrisa,
su cuerpo se había cubierto de pétalos inmaculados
que eran su abrigo para los días del invierno
y su abanico para los de intensa calor
y de su interior empezó a emanar el perfume del amor,
gracias a la sabiduría que el pasado le regaló.

Reflexión:

Aprende de esta historia igual que he aprendido yo, y no dejes pasar el tiempo como Penélope esperando a Ulises dejó, pues la vida son tres días y el cuarto no sabemos en dónde se escondió.

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