jueves, 14 de abril de 2011

El silencio y el tiempo

Sensaciones nuevas, aquellas que te hacen sentir que el silencio es como un bálsamo reparador, que va cerrando las heridas que se habían formado en el corazón.

Ese silencio que en un pasado nos había golpeado con crudeza, ahora es como una caricia deseada, pues con tanta quietud, poco a poco, se empieza de nuevo a percibir el paso del tiempo, se desea incluso, pues al haber tanto silencio, podemos escuchar el sonido de nuestro reloj, que siempre estuvo ahí pero no le prestábamos atención, ver como las agujas van avanzando hilvanando aquellas fisuras que aún seguían sin cicatrizar, te da una sensación de bienestar e incluso paz. Y esa quietud libera al alma, dejándola de nuevo respirar.

Entonces te das cuenta que hay sonidos y palabras que ya no quieres escuchar, pues podrían turbar esa tranquilad. Te das cuenta que la vida que vives es en la que deseas estar, es la que tu escogiste y la que te proporciona felicidad. Te das cuenta de tantas cosas que das gracias al cielo por haberte dado claridad.

De nuevo los relojes empezaron a funcionar, de nuevo el corazón empezó a palpitar, y entonces comprendes que la vida te ofrece una nueva oportunidad para volver a empezar.

Volver a empezar es vivir, sentir y escribir con letra firme la historia de nuestra vida, esa que todavía no está escrita, esa que nos hará vivir siempre como si fuese nuestro último día, ni mirando al pasado ni soñando con un futuro, sino viviendo cada día en presente, porque la felicidad, el amor, la alegría e incluso las penas todas se viven en presente.

Yo no soy la que fui ayer, ni hoy soy la que seré mañana. El pasado ha condicionado la que soy en el presente y éste dará lugar a quienes seremos en nuestro futuro.

San Agustín:

“¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si
quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo
sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado;
y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no
habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro,
¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no
es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a
ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente,
para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo
deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de
ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el
tiempo sino en cuanto tiende a no ser?”.

Quevedo:

" Ayer se fue, mañana no ha llegado; hoy se esta yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será y es cansado".

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