lunes, 25 de abril de 2011

A mi madre, mi ángel

distancia

A ti que me diste la vida hoy te escribo para que estas letras lleguen a tu corazón, ya que mis labios no son capaces de expresar lo que siento.
Me gustaría que supieras que te necesito, que por fin entendí que la rectitud con la que me educaste en mi infancia, eran tan sólo un regalo que me estabas haciendo para volverme una persona más fuerte ante una vida que se torna dura con el paso de los años. Desgraciadamente para mí, demasiado pronto.
Me hubiese gustado que en un pasado, te hubieras mostrado sin esa máscara, que me distanciaban tanto de ti, quizás por esa rebeldía con la que nací.
Y en estos últimos meses al verte luchar por la vida, y como ella intenta ganarte la batalla, quiero pedirte que no te rindas, que me haces falta, necesito de tus consejos, de tu cariño, de tu presencia, de ese amor aunque callado pero que siempre estuvo ahí.
Ahora sé ver el por qué de muchas cosas y me gustaría que también los demás pudieran entenderte. Ahora que tu máscara ha caído, he podido ver cuánto me has querido, ahora que tus labios y tu corazón se han abierto, he podido escucharte y comprenderte, así como ver cuánto has sufrido en silencio por mí.
Te pido perdón por haberme ido de vuestra vida como me fui, pero espero que con el tiempo hayas entendido que tenía que ser así. La vida en aquel entonces a quien le estaba ganando la batalla era a mí. Por eso desplegué mis alas, necesitaba vivir.
Ahora te doy mis manos, mis piernas, mi corazón y mis ojos. Mis manos para que te agarres a mí, yo te guiaré, mis piernas para andar junto a ti, mi corazón para que apartes tu sufrimiento de él y me dejes a mi sufrir por ti y mis ojos para que tus lágrimas dejen de brotar y broten en mí. Y así un día vuelva a ver en tu rostro una sonrisa, porque yo soy fuerte y quiero sufrir por ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario