domingo, 11 de enero de 2015

NIEBLA, LLUVIA, NIEVE... ¡Qué más dá!



A veces la vida nos va empujando de un lugar a otro,
a veces la vida es caprichosa
y nosotros, locos, nos dejamos llevar,
llevar por momentos que ... no, no puedo explicar...

¿ Por qué ? no lo sé...

Quizás por la incertidumbre de no saber,
de no saber si lo que hay es real,
de no saber si en cualquier momento todo se evaporará...

La ebullición es la antesala de la evaporación
si esta no se sabe controlar,
y pasamos a estado gaseoso,
y en ese estado no hay hilo que se pueda alcanzar.

Pasó y ... ahora qué?
la incognita de no saber si nos volvimos a equivocar...

Me siento como globo de propano sin atar,
como gota evaporada,
como ave que su nido debe dejar,
como velero a la deriva en el mar,
me siento y no me siento...
y entre tanto sentir y no sentir
soy vapor de agua
que en plena condensación se convirtió en nube
esperando volver a mi mar
como niebla, lluvia, nieve... ¡qué más dá!

sábado, 3 de enero de 2015

La VIDA Y el AJEDREZ




La vida es como un tablero de ajedrez, en ella nos encontramos con peones, torres, alfiles, caballos, reyes y reinas. En su camino hay casillas blancas, casillas negras. Y las figuras pueden ser, también blancas o negras, las primeras llenas de luces, las otras de sombras.

Lo que más abunda en el tablero son los peones, blancos y negros, ambos en la misma medida. Ellos, junto a nosotros caminan. En ocasiones haciéndonos el camino más llano, más accesible, esos son los peones luminiscentes, pero las que más se nos acercan son los que fabrican obstáculos en él para que no encontremos salida y empujándonos a caminar por senderos, a veces negros, a veces blancos pero siempre a paso lento.

Aunque en la primera salida estos nos impulsan a dar un gran salto, ese salto es tan sólo una falacia que en la mayoría de las ocasiones nos harán perder la dirección que nos llevará hacia nuestro destino, nuestra felicidad.

Esos peones se acercan tan solo buscando un provecho, un interés... que nosotros, bobos, no supimos ver, ya que la realidad del porqué de su acercamiento estaba encubierto,  ese era su verdadero objetivo, engañarnos, atraparnos en su juego, hacernos errar buscando su beneficio personal.

Cuando conseguimos saltar esta primera barrera, indistintamente nos iremos topando con alfiles, caballos o torres. Los alfiles son más ágiles que los peones puesto que aunque tienen pocos movimientos,  hacia el este u el oeste, hacía delante o hacía atrás, también llevan sus metas, salvar a su rey, su objetivo: conseguir su fin. Pero nunca olvidemos que junto a nosotros caminan otros alfiles que nos irán ayudando, para así guiarnos si en alguna ocasión escogemos la casilla equivocada. Y así nos posicionamos en esa que ellos junto a nuestros peones y caballos nos irán mostrando para que nos podamos sentir un poco más protegidos.

El juego aún no ha terminado, no olvidemos a los caballos, dos pasos adelante y uno hacia la derecha o izquierda, sus pasos forman "L", la L de Lealtad  si se visten con tu mismo color, porque si no esa "L" será de lazo, un lazo que te puede estrangular al no adivinar a tiempo la emboscada que en su mente poco caballeresca tenían planeada.

Caballo blanco o negro, ¡qué más da el color con el que quieras jugar la partida de la vida! El caso es que su "L", su gran salto te haga ganar la partida y te lleve al camino de la verdad.

Pero no olvidemos que en el tablero también están las torres, las barreras que nosotros, ilusos a veces, nos vamos generando. Torres que tendremos que derrumbar para poder llegar al final, a nuestra meta que es construir un bello castillo junto a esas murallas que la vida, que fuimos escogiendo, nos hizo erigir ya que eran los setos que hubimos necesitado para esquivar todas esas fichas llenas de sombras que se fueron aproximando. Esas torres, esos castillos pueden ser el refugio, el hogar, que poco a poco,  con cada salto y sin saberlo fuimos construyendo para luego derribar y construir uno nuevo donde al final cuando lleguen a la otra orilla puedan vivir el rey junto a su reina, sin más luchas, unidos y solo  así conseguirán derrumbar esos muros que este duro camino les fue construyendo.

El Rey, un poco más lento, pasito a pasito, alcanzó a su reina, una reina que daba grandes saltos, a veces también pequeños, unas hacia delante, otras hacia atrás, aunque ella en lo más profundo de su ser sabía cual sería  su destino final. Y ese destino era nunca comerse a su rey sino descansar junto a él después de ganar la partida. Esta partida tan difícil de jugar, tan difícil, que algunos nunca llegan a su final, perdiéndola o quedándose siempre en tablas.

El premio de ganar la partida es vivir unidos pero nunca atados, cogidos de la mano y pletóricos porque alcanzaron, rey y reina, la felicidad.