Olvidé durante un tiempo que existe un precepto legal el cual expone que la ignorancia no exime de la culpa, por tanto yo fui la culpable de amar a quien no debía de amar, pues me dejé llevar por la imbecilidad transitoria que define tan bien Ortega y Gasset. Esa imbecilidad deposito en mis ojos unas legañas que no me dejaban ver más allá, y me sumergí en un mundo de ensueño, el que yo quise inventar.
Fui culpable por amar, por dar más de lo que debí dar, pero hoy sé que no me volverá a pasar, que ya no daré, ni amaré sin que me demuestren que saben amar.
Para que quiero palabras de amor, si esas las puedo encontrar en cualquier portal. Para que quiero versos que digan lo mucho que te extrañan e incluso que te aman, si son palabras como barcos de papel que se diluyen nada más que intentan navegar.
Eso no es lo que yo quiero encontrar, porque amores superfluos esperando están por si a ellos me quiero arrimar, y es que tan sólo tengo que salir a la calle para escuchar palabras que no llevan a ningún lugar.
Me creyeron ilusa, me trataron como tal y eso no volverá a pasar. Porque yo soy el capitán de mi vida y yo decidiré dónde, cuándo, cómo y con quién deseo estar.
Los caminos de nadie, de nadie eran, y ellos llevaron a ningún lugar.
Por ello, hoy me declaro única culpable por haberme dejado engañar.
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