Quisiera cantar, quisiera que las mañanas fueran tan azules que mis pies bailaran siempre un vals, ese vals que acompaña al corazón, para que la alegría en la mirada siempre estuviera en mi faz.
Quisiera crear un hogar hecho a base de momentos, un hogar construido por sentimientos, un hogar lleno de fuego, pasión y amor eterno.
Pero que sencillo y difícil a la vez, puede ser encontrar a esa pareja que te acompañe cada amanecer con esa misma ilusión que invade tu cuerpo. Que sencillo y difícil es que dos corazones bailen unidos como si estuvieran en un sólo cuerpo, pues esto tan sólo será posible si ambos consiguen que sus latidos se acompasen y lleguen a sentirlo como si bailasen al mismo ritmo.
Dos corazones que bailan, ríen y hablan, a veces sin ser vistos, dos corazones que sueñan, vuelan y desean fundirse al compás de un sólo latido. Dos corazones que cegados por el amor se abrazan formando esa unión tan maravillosa que hará que nunca más puedan llorar por sentirse solos y abatidos ante un mundo que no escucha su grito.
¡Quisiera tanto bailar ese Vals!. Ése que hace que dos almas bailen tan unidas que tan sólo escuchen el lenguaje que su corazón les grita, diciéndole con cada latido “Te quiero, amor mío y mi vida no es lo mismo si no bailas conmigo”.
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