Cuatro estaciones con el fluir de la vida
se van repitiendo en mi corazón.
Con la primavera éste se enamoró,
viviendo cada día con una sonrisa,
llenando su caminar de sueños e ilusión,
y con una mano que acariciaba su mejilla
para sentir la suavidad de un sentimiento
que con el tiempo iba enraizando
en un corazón que palpitaba de emoción.
Pero un verano, poco a poco,
un viaje a un mundo lejano les preparó,
el fuego y la ilusión emigró,
dejando anclado los latidos de su corazón.
Y llegó el otoño al árbol de mi vida
y junto a una hoja que de él calló
el alma que en mí habita
un viaje sin destino cierto emprendió
en busca de ese mar que le llevara
hacia un horizonte donde todo fuera color.
Y mi alma acompañada de una luz viajó,
surcó el invierno despojada de toda ropa
que ocultara su visión,
navegando por un río de esperanzas
que la iban llenando de calma
al ver en su profundidad peces de colores
caracolas que le cantaban
y gaviotas que le indicaban la ruta que le llevaría
hacia un destino donde se pusiera en marcha su reloj.
Y una primavera a su vida de nuevo llegó,
llenando su cuerpo de alegría y de canto
porque en el horizonte vislumbró
una luz llena de esperanza
que un nuevo mundo le mostró.
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